
ACEITE DEL ARBOL DEL TÉ
En el mundo actual, cada vez son más numerosas las personas que buscan alivio para sus dolencias en la medicina natural. Se trata del método más antiguo de la humanidad: la cura a través de remedios vegetales. Estamos en la era del redescubrimiento botánico.
Desde el nacimiento de la civilización, todas las culturas se han aprovechado de la naturaleza para todos sus fines. Desde obtener frutos para su alimentación, hasta el uso de la madera para el fuego o la caza, pasando por la elaboración de remedios para aliviar dolores y diversas patologías. El conocimiento popular y arraigado de la fitoterapia, ha "obligado" al estudio científico de muchas de estas especies y sus propiedades curativas.
Son muchos los intereses despertados al respecto, pero quizá por su importancia, uno de los temas que ha recobrado fuerza en la actualidad es el estudio de los antisépticos naturales. La curiosidad generada al respecto, posiblemente, derive en los numerosos problemas ocasionados por la resistencia de bacterias y demás microorganismos, causada por los antibióticos sintéticos, así como los efectos adversos asociados a su uso. Las ventajas de los antisépticos naturales frente a estos últimos son: la posibilidad de utilizarlos durante un tiempo prolongado, la reducción de efectos secundarios y que no desarrollan resistencia en microorganismos.
Cierto es que queda mucha investigación por hacer, pero hasta el momento existen numerosos estudios científicos, y alentadores, sobre el uso de los antisépticos naturales. Entre ellos, hemos elegido dos: el aceite esencial del árbol del té y el aloe vera.
Aloe vera
El aloe vera es una planta conocida en la actualidad por sus propiedades terapéuticas. Los mayas lo denominaban "fuente de juventud", los egipcios "planta de la inmortalidad" y en México "la sabia". El aloe vera es la planta medicinal, posiblemente, más estudiada, y con seguridad la que más interés despierta.
El secreto de su éxito radica en la sinergia generada entre sus compuestos, entre los que podemos destacar: antraquinonas, acemanano, hidratos de carbono (aloverosa), sustancias minerales, oligoelementos, vitaminas, enzimas, ácidos grasos, numerosos metabolitos secundarios y acido salicílico.
El secreto, o podemos llamarlo éxito, radica en la pulpa interna de la hoja, que aporta todas las sustancias activas que han dado la fama al aloe vera.
Una vez hablado de la historia y de las sustancias contenidas en el aloe vera, se hace imprescindible señalar las propiedades que le han dado fama a la "planta de la inmortalidad". Entre la infinidad de cualidades que se le atribuyen está la de su poder antiséptico y regenerador dérmico. Los preparados de aloe vera, al aplicarlos externamente sobre la piel, alivian heridas, picaduras de insectos, irritaciones y quemaduras, por su acción antiinflamatoria y calmante. Además, actúa como antiséptico, luchando contra microorganismos y, posteriormente, regenera la zona dañada al ayudar a sintetizar elastina y colágeno.
Hace décadas que el aloe vera ha supuesto una revolución internacional. Tal es así que en 1982 se creo el Consejo científico Internacional del Aloe (I.A.S.C) con el fin de regular la calidad de los productos con y de aloe vera. La presencia del sello garantiza al consumidor la calidad del producto.
Aceite del árbol del té
El aceite esencial del árbol del té se obtiene de la destilación por vapor de las hojas y ramas de Malaleuca alternifolia, árbol característico australiano. Se caracteriza por estar compuesto de terpenos, mayoritariamente monoterpenos y sesquiterpenos. (Terpinen-4-ol, γ-terpinene, α-terpinene, terpinolene...) los cuales se consideran que confieren al aceite las extraordinarias propiedades de antiséptico natural. Su arraigado uso tradicional en Australia data de milenios atrás, utilizado por los antiguos aborígenes australianos, para el tratamiento de infecciones y lesiones cutáneas.
Está formado por más de 100 compuestos, que trabajando de manera sinérgica, convierten a este aceite en un excelente antiséptico natural, que al aplicarlo de manera tópica en los lugares que presentan erupciones, irritaciones, picaduras de insectos, cortes o infecciones fúngicas, ayuda a calmar el dolor provocado. Existen prestigiosos estudios, muchos de ellos recogidos en la publicación American Society for Microbiology: Malaleuca alternifolia (Tea Tree) Oil: a Review of Antimicrobial and Other Medical Properties, de C. F. Carson, K. A. Hammer y T. V. Riley. En ellos se ha comprobado la eficacia contra bacterias tales como Acinetobacter, Escherichia, Bacillus o Staphilococus (tanto Gran positiva, como Gran negativa) y hongos como la Candida albicans, entre otros.
La conservación de sus sustancias volátiles lo convierte en un excelente remedio para aliviar la sinusitis y la congestión. Para ello, nada como añadir unas gotas a un baño de vapor.
También existen interesantes estudios sobre el efecto del aceite del árbol del té para el tratamiento de la caspa. Al añadir unas gotas al champú se eliminan la caspa y los picores asociados.
Existen entidades reguladoras que velan por la calidad de este producto. Por ello, se establecieron unos parámetros en la legislación australiana (AS27-1997) y, posteriormente, en la Organización de Estandarización Internacional (ISO4730-2004), con el fin de establecer unas especificaciones para el aceite de gran calidad. Cabe destacar, por su importancia, que la cantidad de Terpinene-4-ol tiene que ser mayor del 30%, γ-terpinene (10-28%), α-terpinene (5--13%), terpinolene (1,5-5%) y la cantidad de p-cymeno, que es un producto irritante, inferior a un 12%.
Tras conocer las propiedades, parece esperanzador el uso de estas sustancias como aliados de nuestra piel. Es posible que se conviertan en productos insustituibles en nuestro botiquín y me arriesgaría a decir, perdonad por el atrevimiento, en los antisépticos del futuro.